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Quackers la Pata Feliz vivía en el Bosque
de la Diversión con sus amigos el Perro y la Oveja.
Quakers estaba siempre feliz, sin importar
lo que pasara.
Si llovía, Quackers estaba feliz porque la
lluvia le hacía cosquillas en su cola y ella podía chapotear en los charcos.
Quackers estaba feliz jugando con sus
juguetes, pero todavía seguía feliz pese a que sus juguetes se arruinaran ya
que eso significaba que tenía que visitar a su amigo Mr. Tiger el que arregla
los juguetes.
Ella comenzó con la Ardilla Gruñona.
Esa mañana se escondió enfrente de su casa
hasta que él salió y luego ella hizo tres volteretas justo atravesando su
jardín.
Quackers no era muy buena con las
volteretas, así que se veía como un tornado amarillo a toda velocidad por el
bosque, dejando una ráfaga de plumas a su paso.
Cuando la Ardilla Gruñona miró sus
volteretas terribles se puso a reír tan repentinamente que la leche que estaba
bebiendo ¡salió rociada por su nariz!
Luego
Quackers se encontró con Freddie el pez del ceño fruncido.
Colocó
ella tres monedas en cada uno de sus pies y tan pronto como Freddie nadó en la
corriente Quackers comenzó a bailar tap en la playa guijarrosa.
Los
patos son por lo visto los peores bailarines de tap ya que sus pies son demasiado
grandes para hacer tap como se debe, pero Quackers bailó hasta que una de sus
monedas voló de su pie y la golpeó ¡justo en la cabeza!
Freddie no podía parar de fruncir el ceño puesto
que era un pez de ceño fruncido para empezar, pero sí hizo lo mejor que pudo
dando vuelcos en el agua de tal suerte que su ceño estaba al revés y al menos
de esa forma parecía que estaba de hecho sonriendo.
Quackers
estaba tan feliz con su éxito hasta el momento que decidió sacarle una sonrisa
a Camila la vaca quejumbrosa.
Quackers tenía una voz demasiado como de pato y los patos no son muy distinguidos por sus destrezas musicales, así que Camila fue tomada por sorpresa por la pata que la interrumpió con tal barullo y de inmediato paró de quejarse.
Quackers
terminó su canción dedicada a Camila “.
. . CAAAAmillllllllAAAAAla VaaAACCAAaaaa” y
Camila no pudo evitar sonreír para oír su nombre que era cantado de una forma
tan desastrosa.
A
la mañana siguiente cuando Quackers se despertó, algo cómico pasó.
No
saltó de la cama cantando canciones divertidas.
No
hizo volteretas en el baño, o se abalanzó hasta la cocina.
Se
puso su bata y camino afuera para sentarse en frente de su porche delantero sin
sonreír ni siquiera una vez.
El
Perro y la Oveja vinieron a ver por qué no estaba ella ya bailando por la
pradera y la hallaron sentado toda triste frente a su casa.
“Creo
que perdí mi felicidad”, suspiró Quackers.
“Patrañas”,
dijo la Oveja.
“Ridículo”,
dijo el Perro.
“¡Imposible!”,
chirrió un pájaro desde un árbol cercano.
Alarmado,
el Perro y la Oveja tramaron un plan.
La
Oveja se sentó tranquila con Quackers mientras el Perro desapareció en el
bosque.
Un
poco más tarde regresó con la Ardilla Gruñona, Freddie y Camila.
El
Perró contó hasta tres, “¡Uno… Dos…. TRES!”
y Camila comenzó a cantar una horrible canción mugiendo entretandoFreddiesaltaba
desde el tazón de agua que llevaba el Perro y comenzó a bailar tap.
Las
cejas de Quackers se levantaron como antes, pero esta vez movieron hasta el
rabillo de los ojos también.